21 junio 2009

El Obispo visitó El Campillo y La Atalaya, 1965

En el itinerario que se ha marcado para las visitas el señor Obispo estaba El Campillo, minero cien por cien, donde casi una mayoría de trabajadores son de “Alfredo”, contramina a la que dicen el criadero de pirita más grande del mundo. Había de ir a las siete y media según se había anunciado. Mas, como acostumbra a veces, pretendía ir, sin avisar, a La Atalaya. Y aquel día había muerto en el Valle, Rafael, el del Economato, que vivió mucho tiempo en La Atalaya, y que era muy querido porque era hombre abierto, amigo de hacer favores a todos. Y los mineros de La Atalaya se desplazaron al centro de Riotinto para asistir a la misa y entierro del vecino y compañero muerto. Lo supo el Obispo y se fue a la iglesia. Era el trece de mayo. Precisamente el día en que, hacia años, había muerto el padre del prelado, Rafael dejaba a su viuda y dos hijos. Y al hablar de Rafael a los hombres rudos de Corta, pendientes de los labios del Obispo, la palabra de monseñor García Lahiguera se hizo trémula. Porque su padre dejo viuda y cuatro hijos. Al hacer alusión a las circunstancias en que quedó sumida la familia, al prelado se le quebró la voz y las lagrimas afloraron a sus ojos.

Al terminar de hablar y de dar esperanzas a todos, por que el morir de un hombre bueno es nacer en Dios y a la eternidad, se hizo silencio abrumador, interrumpido apenas por las palabras del Obispo que, brevemente, dirigía la misa. Por fin, el mismo Obispo despidió al duelo, bendiciendo por última vez los restos del hermano ausente.

Odiel Mayo 1965

Tras este acto, imprevisto e improvisado, fue a El Campillo, donde le esperaban en el nombre del pueblo las autoridades con su alcalde a la cabeza, fieles y legiones de niños. Se celebró el Santo Sacrificio, hablando tras el Evangelio el Obispo, administrando la Sagrada Comunión y dando a besar el anillo al finalizar la Santa Misa, como en todos los sitios acostumbra.

A la salida recorrió las calles del pueblo, rodeado de una inmensa multitud que constantemente le aclamaba, saludando a cuantos le contemplaban, desde las aceras y portales y prodigando caricias a los niños pequeñitos presentados en brazos de sus madres.

Visitó la antigua iglesia, consoló en su propio domicilio a una enferma y se despidió de todos, que le saludaron con las mismas demostraciones de cariño.

A pesar de lo avanzado de la hora quiso cumplir con el programa del día y marchó a La Atalaya, donde recorrió sus calles, visitó enfermos, compartió con los mineros que besaban su anillo pastoral. Rápidamente se corrió la noticia de la presencia del Obispo a través de los niños que bullían por todas partes, y el prelado no tuvo mas remedio que dirigir unas palabras de saludo y despedida en el casino a los allí congregados. Jornada intensa y emotiva en todos sus puntos.


Fotos.José Gallart.Visita Obispo a El Campillo 1967



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