07 enero 2010

VIVENCIAS EN PEÑA DEL HIERRO VI

Seguridad

............El orden público estaba encomendado a la Guardia Civil que, diariamente, desplazaba una pareja andando desde Nerva. En cuanto a la vigilancia del patrimonio y la seguridad de los bienes de la Empresa, estaba encomendada a tres o cuatro guardas jurados, que iban perfectamente ataviados con su tercerola en bandolera, su uniforme de pana, gorra de plato y banda de cuero con placa ovalada de metal brillante al pecho, mostrando el anagrama de la compañía.
............Como autoridad civil existía la figura del Alcalde pedáneo, al ser La Peña una pedanía de Nerva. Este cargo lo desempeñó durante bastante tiempo D. Miguel Campos, Técnico de Minas, y posteriormente D. José Arroyo, el Maestro de escuela, al que en más de una ocasión recuerdo poniendo orden en alguna trifulca organizada en el Casino por algunos adictos a la botella. Menudos sofocones se llevaba el buen señor.

En una época más tardía se le encomendó la tarea de guardia municipal a un vecino de la localidad, que llegó a tomarse tan en serio el cargo, que un día, al atardecer y estando sentados en la marquesina del casino un grupo de amigos adolescentes, a uno de ellos se le escapó una ventosidad alta de tono, que él escuchó. Furiosamente se dirigió al grupo preguntando por el autor del ruido, para imponerle una multa. Nadie contestó. Montó en cólera, sacó una libreta y un lápiz y ante nuestra perplejidad, anotó el nombre de todos los del grupo. El autor del asunto estuvo preocupado más de una semana, pero afortunadamente nada pasó.
...............Había junto al Casino un cuartillo, "el calabozo ", que se decía era para los insurrectos que faltaban a la ley, aunque nunca supe de nadie que entrara allí. Para este fin, en tiempos anteriores, existia también junto al Casino una galería excavada hacia el Norte, que servia para encerrar temporalmente a presuntos delincuentes y que no era otra que la que conocí como bodega y a la que he aludido con anterioridad.



Los Viveres
............El Economato laboral, la Cooperativa (Sociedad Cooperativa de consumo "La Unión) o La Tienda, eran los distintas nombres con los que se conocía el almacén de víveres. Situado frente a los Talleres, no sólo abastecía de alimentos, sino también lo de artículos para la higiene personal y la limpieza doméstica.
............El aceite, siempre de oliva, se compraba por fracciones de litro, sirviéndose en la botella que se llevaba de casa la cantidad solicitada mediante una ingeniosa bomba de mano; el vino, de dos calidades, solera y corriente, de la Palma del Condado, se suministraba a granel.
............El pan, del día y de muy buena calidad, se hacía en la panadería de la Compañía, situada junto a la Central Eléctrica, y estaba equipada dos hornos que se calentaban con leña de jara y dos máquinas eléctricas de amasar, haciéndose a mano cuando faltaba la corriente eléctrica.
............Otros alimentos, como legumbres, patatas, azúcar, arroz, etc., se suministraban a granel en fracciones de kg, envueltos en papel de estraza. El tocino, que se conservaba en unas pilas cubierto de sal, en lo que llamaban la chanca, se vendía al peso, como la manteca, blanca o amarilla, y el bacalao, que se fraccionaba utilizando una herramienta grande a modo de cizalla.
............Una vez a la semana, en otra dependencia al final de la calle de San Carlos, se distribuía el carbón de encina que se utilizaba en los anafes de las cocinas y el cisco, de ramas de encina, para el brasero. Se debía acudir provisto de un envase, generalmente un saco en el que se cargaba la cantidad deseada, utilizando como útil de pesaje la entonces típica romana, con su brillante pilón de metal. Con el paso del tiempo se fue sustituyendo el carbón por el petróleo de cocinas que llegaba en bidones de 200 litros y allí, en el mismo recinto, se expendía a granel en fracciones de 5 litros.
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..........En esta época el único frigorífico estaba en la Casa Dirección, por lo que para los alimentos frescos, pescado, carne, fruntas, verduras, etc., "la revendedora" se desplazaba al Mercado de Nerva y cargaba la mercancía en una burra, para luego venderla en La Peña.

............En cuanto a la leche fresca del día, siempre de cabra, se compraba en las casas de las familias que criaban estos animales, así como los huevos a los que poseían gallinas, productos que se completaban con las hortalizas que la mayoría de las familias obtenían de sus huertos, bien cuidados por los muy buenos hortelanos que había entre los mineros.
............No hay que olvidar que muchos de ellos provenían de áreas rurales y habían llegado hasta la mina buscando estabilidad económica. Ayudados por la favorable climatología de la zona y el buen estiércol que obtenían de sus gallinas, bestias y cabras, lograban unas magníficas cosechas de tomates, pimientos, pepinos, habichuelas, patatas, melones, sandías, lechugas, espinacas, etc., además de contar con árboles frutales como el ciruelo, melocotonero, naranjo, higüera, membrillero, etc., que complementaban la dieta, así como se hacían conservas, fundamentalmente con el excedente de la cosecha de tomates, que se embotellaban con diferentes técnicas de conservación para disponer de ellos el resto del año.
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...........A lo expuesto hay que añadir el que en la Peña de Arriba, en un grupo de casas cercano a la Escuela, se encontraba el Estanco, un establecimiento que habría sus puertas para ofrecer una gran variedad de artículos de alimentación y de uso doméstico. Al estar en una vivienda, no se regía por un horario establecido, por lo que prestaba un gran servicio a todos los habitantes. La propietaria del negocio se desplazaba con frecuencia a la Sierra de Aracena, utilizando el servicio regular de autobús HueIva-Aracena, que pasaba por La Dehesa, para hacer acopio de chacinas y otros alimentos.
............Por último, hemos de reseñar que algunas familias engordaban un cerdo que cuidaban en improvisadas zahúrdas en las proximidades de las viviendas para, en su momento, proceder a la típica matanza, en la que participaban amigos y vecinos, festejando la ocasión con suculentos guisados.

Miguel Vázquez Vázquez

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