23 diciembre 2010

RECUERDOS DE NIÑEZ EN LA PEÑA III

RECUERDOS PERSONALES

Aquellos niños fuimos creciendo con la paulatina incorporación a todas las casas de los primeros aparatos de radio. El primer receptor que llegó a la mina era propiedad de la empresa y parecido a las emisoras que se ven en las películas de la primera Guerra Mundial. Este aparato se compartía semanalmente por algu­nos de los empleados, aunque los más ingeniosos se construían su radio de galena, curioso invento en el que con unas pocas piezas y unos auriculares se podían sin­tonizar algunas emisoras.

.............Ya con la radio en casa, al salir de la escuela por la tarde todos los niños corríamos a escuchar los programas de aventuras que a esa hora emitían, mientras ordenábamos la colección de cromos que venían en los envoltorios del chocolate "La Colonial". Era tal el afán por completar el álbum que para hacer el intercambio de cromos íbamos andando hasta Nerva para encontrar a los coleccionistas que compartían nuestras mismas inquietudes.

.............Las mismas que nos llevaban a pescar en el Dique de Abajo, afición ésta que ocupaba gran parte de nuestro tiempo a la hora de hacer los aparejos y al que había que sumar el de la búsqueda de la caña en algún huerto o barranco donde las hubiera, mientras que para el corcho valía el del tapón de una botella. Los anzuelos y la tanza teníamos que ir a comprarlos a la tienda de Quintana en Nerva.Una gran novedad fue la construcción de una piscina junto a la Casa de Huéspedes, lo que se hizo en la época en que D. Federico Wilke dirigía la explo­tación. Su uso era privado y restringido a la Dirección, estando rodeada por una valla de tela metálica y con una puerta cerrada por un candado que impedia el acce­so al interior. Pero pronto los niños encontramos la forma de introducirnos por debajo de la alambrada y darnos extraordinarios baños, procurando no ser vistos.
.............Como alternativa a la piscina y de la misma forma clandestina, solíamos utilizar la alberca del huerto de la Casa Dirección. Allí había un hortelano al que teníamos que controlar para que no nos viera. En esta alberca, además de los baños, solíamos hacer competiciones de barcos que nosotros mismos construía­mos. Trozos de cortezas de corcho, de colmenas viejas o de desechos de cualquier otro uso nos servían de materia prima para nuestros proyectos. Le dábamos la forma utilizando como herramienta alguna chaveta vieja de zapatero, que ayudaba a resolver la dificultad que presenta el corcho virgen para su corte. Para la cons­trucción del puente del barco o las chimeneas, usábamos trozos de madera, latas de conserva y los recortes del corcho sobrante que acoplados adecuadamente le daban la forma definitiva y la decoración al gusto de cada uno. Como barandilla usábamos alfileres, que hacían de postes, unidos por hilo de coser a modo de cadena de protección, mientras que un trozo de vela de cera, colocada estratégicamen­te, servia para la iluminación nocturna del barco, que a veces era de guerra y otras de pasajeros, según el gusto del "constructor".

Así pasaba el tiempo, mientras esperábamos la llegada de las fiestas, siempre momentos de encuentro y convivencia de todos los vecinos, que se cele­braban a lo largo del año.
.............Pasado el invierno y el rigor con que en aquella época se vivían la Cuaresma y la Semana Santa, el Domingo de Resurrección lo era también para los que allí vivíamos. La fiesta de este día, popularmente llamado Día del Bollo o Día del Campo, era muy esperado por todos. Transcurría en la finca "Cerca de la Andrea", que se encuentra en las inmediaciones del dique de Campofrío, junto a la carretera y a unos 4 km de la mina por el camino que cruza Portalegre. Un paraje muy apropiado para pasar un día de campo, poblado de grandes encinas que pro­porcionaban buenas sombras para poder cobijarse durante todo el día, protegidos de los rayos del sol. La ladera de un monte, algo empinada y orientada al Sur, colo­reada por multitud de arbustos y flores silvestres de la primavera, invitaba a los excursionistas a pasarlo en grande.


Miguel Vázquez Vázquez

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