02 noviembre 2009

LOS MOLINOS DEL RÍO ODIEL (El Campillo) 5ª Parte

Ricardo Gómez Ruiz
Localización

Parece razonable pensar que siendo los molinos industrias inherentes a la economía cerealística agraria, su ubicación debe relacionarse con la realidad social de una zona dentro un paisaje económico determinado, con sus períodos de esplendor y decadencia. Todo indica que en las riberas del Odiel, la historia molinar guarda estrecha relación con las visicitudes por las que atravesó la región.

Aguas arriba del Puente de los Cinco Ojos existen restos de tres molinos en el termino Municipal de El Campillo muy antiguos que son, sin duda, parte del importante complejo molinar que tuvo Zalamea del Arzobispo desde tiempos medievales. El último, llamado de Sopa, localizado en la junta del Odiel con el Tintillo, está muy modificado por sucesivas reparaciones y es de cubo, singularidad única entre todos los demás. Éste y el de Santa María, tras muchos cambios de estructura, fueron los últimos que molieron regularmente hasta los años veinte estando aún en la memoria de los mas ancianos el nombre de sus últimos molineros, sus trabajos, sus miserias y su incomunicación en tiempos de riada.

Siguiendo el cauce y después de pasar dicho puente, el molino viejo de Totera I (Tio Agustin) debió de moler grano de capellanías circundantes desde tiempos muy lejanos. Con fácil acceso a la ruta de la sierra y un paso bien trazado que lo unía al vado de la Posadera, su éxito como industria estuvo asegurado. Por ello siguió operativo durante siglos e incluso incrementó su producción cuando, destruidos los que maquilaban los campos de secano de El Villar, fue su única industria hasta el último tercio del siglo Diecinueve. Por ello seguramente se intentó construir otro molino, el nuevo de Totera II, que no llegó a funcionar por estar diseñado erróneamente.

Varios molinos cubrían las necesidades de las tierras que se extienden al norte de El Villar desde el camino real al barranco del Cañuelo. Eran el de Los Hoyos, La Nava y El Infierno. Los dos primeros, atípicos y mal ubicados, fueron destruidos en tiempos antiguos, por lo que de ellos se poseen escasas referencias. El último, de origen claramente medieval, trabajaba aún en 1860.
Su estructura y su historia concuerdan con una economía aldeana pobre y dominada por el poder eclesiástico durante siglos.

Estos cinco molinos pertenecieron a la demarcación de Zalamea, un pueblo de estructura latifundista donde la Iglesia tuvo siempre un notable poder social y económico. No es extraño, por tanto, que fueran muy pronto bienes de Capellanías o de hacendados del lugar. Con los molinos del río Tinto, mas numerosos, y que producían casi toda la harina de la villa desde el Medievo, pasó otro tanto .

Documentos.

Las Ordenanzas de Almonaster, que contienen varias referencias molinares, tampoco nombran molinos en el Odiel. Las orillas del río que bañan su término caen muy al sur de la población y no presentan indicios de presas por lo que se puede asegurar que la villa no poseyó ningún tipo de industria hidráulica en la zona que abarca este estudio. Sí las tuvo en Olivargas y en la rivera Escalada, por las “apretaduras”, donde se localizan los restos del molino que nombran dichas Ordenanzas .

En un libro titulado Tratado de Jurisdicción Ordinaria, editado como guía de Alcaldes en 1746 y que encontramos por azar en la aldea de El Villar, aparecen escritos en sus márgenes nombres de personas, topónimos, citas religiosas y copias caligráficas. Pero, sobre todo, los dibujos esquemáticos del molino de El Infierno, la pesca con red en su herido, un enriadero de lino. caminos perfectamente localizables hoy y el nombre de Antonio Casillas quien debió ser molinero en aquella época pues el nombre de Francisco Delgado Casillas aparece como arrendador del molino de La Nava en 1760. Pero quizás lo mas importante es que el anónimo autor de estos esquemas indicó los nombres que se usaban para designar a las piezas. Vocablos comunes todavía a finales del Diecinueve según testimonios orales de descendientes de antiguos molineros, están hoy definitivamente perdidos por falta de aplicación. Como ejemplo de pervivencia de esta terminología local en el tiempo, la palabra “ruezno” se empleaba en el lenguaje coloquial hasta hace unas décadas para designar a una persona torpe y de poco fiar y no a la turbina de álabes, pieza ya desconocida por las gentes de este entorno geográfico.

2-Título con esbozos caligráficos y un esquema del molino del Infierno. Se determina el lugar de la tolva, una piedra baza, la corona, el alfanje y la farinera. Aparecen dibujadas la bija y la muñuela.En el río “Uriel” nadan los peces. Hay un Bonaño, maestro molinero. El apellido Casillas está escrito dos veces.

4-Dibujo descriptivo del molino del Infierno bajo la advocación Ave María.
En la parte inferior aparece el nombre de otro clérigo, Don Pedro Martín Zarza de Bolaños, quien era, efectivamente, beneficiario del molino hacia 1760.
Antonio Casillas y un asno junto a los graneros. Mas abajo, el molino, con una cruz en la cubierta.
En el interior, una viga de la que pende la tolva y varios componentes nombrados por locónimos, como mudia y meaera.
El alivio es aún de palanca. Martín, molinero, regula una atajea en cuyo desagüe hay una red
de pesca.

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