14 junio 2009

Memoria proyecto de Escudo 1956

MEMORIA sobre el proyecto de Escudo de EL CAMPILLO (Huelva)

Presentado por Fernando Jiménez de Gregorio
Doctor- en Filosofía y Letras y Catedrático.

Cuando los pueblos sienten deseos de perpetuar su pasado, es seguro indicio de que han alcanzado o están llegando a su plenitud; lograda la estabilidad económica y social sienten interés por conocer su Historia. Y, a veces, nostalgia.

Así, EL CAMPILLO, en la Serranía de Aracena, en la Provincia de Huelva, pide a través de su Ayuntamiento, plasmar en heráldica simbología un pasado sencillo, mitad aldeano, mitad minero.
Su historia es la de otros tantos pueblos de la cuenca minera de Ríotinto. Comenzó siendo labriega y se completa y adquiere nueva fisono­mía con la explotación de los ricos filones cupríferos.

En medio de la típica vegetación de la España árida, con abundantes jarales, encinares y palmitos, surge EL CAMPILLO, que da nombre al minúsculo caserío; un "campillo" de cereal, reducida parcela que fija económicamente a los primeros labriegos y que será la base del poblado, vinculado desde sus comienzos, a la villa de Zalamea la Real. Así van medrando los aldeanos campilleros. trabajosamente, recorriendo los fina­les del siglo XVIII, para iniciar su gran transformación en el último tercio de la décimo nónica centuria, cuando, explotadas intensamente las mi­nas, se construye el ferrocarril a su servicio, uno de los más antiguos ca­minos de hierro de España.

El empleo de moderna maquinaria en los antiquísimos yacimientos, ya explotados por los hispanos romanos, como lo evidencian hallazgos arqueológicos y la toponimia, da un nuevo giro a la pequeña aldea que ve crecer a su reducido caserío con la llegada de los mineros. Estos se esta­blecen en nuevos barrios, dando lugar a la significativa denominación de EL CAMPILLO VIEJO y EL CAMPILLO NUEVO: el primero, labriego, aldeano, tradicional; progresivo, dinámico, económicamente más fuerte, el segundo. Motivado los apelativos de "aldeanos" y "mineros" con sus características económicas muy diferenciadas.

Después, ya en la actual centuria, se realiza un lento proceso de inte­gración y unidad que fortalece a la comunidad campillera, que alcanza suficiente energía política y vitalidad económica para reivindicar su autogobierno, segregándose de Zalamea la Real en 1.931. Formando ac­tualmente EL CAMPILLO un municipio de cuatro mil novecientos ochen­ta y cinco habitantes.

El proyecto de escudo que me honro en presentar, recoge esencialmen­te el pasado y presente de EL CAMPILLO, que seguidamente detallamos:

FORMA. —Se ha tenido en cuenta la tradicional española: cuadrilon­ga, redondeada en su parte inferior.
CORONA.-Por tratarse de un escudo municipal debe llevar un coronel.
BLASÓN. Constituido por un solo blasón; en campo de azur una flor de jara de plata y espiga de trigo de oro, adiestradas; y un candil ro­mano, luciente, de plata, siniestrado; todo en jefe. Un sol naciente y ra­diante de oro sobre un horizonte de montañas, en su color, en punta.
LEYENDA.-"Unidos, laboramos", de gules.
SIMBOLOGIA.-La flor de la jara representa la antigua vegetación se­rrana, sobre la que se levanta triunfante la dorada espiga que civiliza aque­llas tierras antes despobladas y estériles; también a la clase aldeana.

El candil romano evoca la riqueza minera del subsuelo, ya conocida por los tartesios, fenicios y romanos. Y la explotación antigua y moderna de sus filones. Asimismo, a los mineros que transforman el primitivo caserío.

El sol naciente y radiante indica la juventud y vitalidad de este pueblo que nace en el siglo XVIII, evoluciona en el XIX y, por último, se alza en Municipio en el XX.

Los montes indican su posición geográfica.
La leyenda "Unidos, laboramos" simboliza las dos partes que integran el poblado, las dos economías que le mantienen. los vínculos que hacen de él un todo, agrupado a gentes de diversos y lejanos lugares que allí se establecieron atraídas por el laboreo de las minas.


José María Almela Costa representa la culminación de la pintura de tradición costumbrista que se realizaba en Murcia hasta entrado el siglo XX.
José María Almela Costa es el maestro de pintores, el gran pintor de la luz, de los bellos paisajes de la huerta de Murcia y de las costumbres murcianas.
Sus obras están impregnadas de una luz levantina que caracteriza su producción. De hecho su obras surgen como auténticos estudios de luz. Una luz que se convierte en creadora y definidora de la realidad.
En 1918 termina sus estudios de magisterio y participa en la Exposición Nacional de Huelva.


El magistral dibujo se debe a D. José M." Almela Costa, que ha sabido interpretar, en bella línea, el blasón que se comenta.


MURCIA. Mayo de 1.956

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