La procesión del Jueves Santo sí estuvo en la calle. Pero sólo con la mitad del recorrido previsto.
El Campillo amaneció con un cielo azul celeste despejado y con el sol brillando, dando calor. No obstante, pasadas las diez, las nubes comenzaban a hacer acto de presencia, con ese color ennegrecido que dejaba entrever las intenciones de lluvia, y el viento, que empezaba a soplar. Las noticias volvía a actualizar su parte meteorológico a las diez de este Jueves Santo, empeorando la situación prevista para El Campillo: un 40 por ciento de precipitaciones entre las 12 y las 14 de esta tarde, incrementándose hasta un 80 por ciento entre las 16 y las 20 horas, cuando El Cautivo y La Dolorosa deben salir.
Mucha gente se quedó en casa, pero los pasos no permanecieron solos en ningún momento. Durante el itinerario, de cualquiera de las calles salían, gente fervorosa que los acompañaba. Sin embargo, el riesgo de precipitaciones para las primeras horas de la tarde inquietaba a capataces y costaleros… Por este motivo, las corporaciones decidían acortar sus recorrido para que los pasos estuvieran dentro del templo o muy cerca, al menos.
La tarde se fue empeorando entre nubarrones y se pudo ver el sol, que se iba despidiendo en la torre de la iglesia de Santa Mª de Jesús.
Así, mientras El Cautivo y La Dolorosa salían de la iglesia, la Banda de Música Municipal, formada en Constitución comenzaba a sonar y la cofradía se disponía a salir. Eso sí, con un paso algo más acelerado de lo habitual.
Y es que, en lugar de transitar por las calles Sevilla y José Mª Morón, se acortaba por las calles Constitución y Granada, haciendo el camino de ida al contrario.
Y así fue. A esa hora límite entre la parsimonia y la inquietud permanente que discurría dentro de la franja horaria conflictiva por el riesgo de lluvia, las pequeñas gotas que caían, hizo que El Cautivo y La Dolorosa entraran en la Ermita de la Santa Cruz, respectivamente. Finalizando aquí la estación de penitencia y por primera vez en su historia permaneciendo en su interior.
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