04 febrero 2010

EL CONJUNTO DE LA SAGRADA FAMILIA DE RIOTINTO I

El plan generador

Circunstancia extraordinariamente favorable para la elección de la planta de abanico fue la celebración en Madrid en 1963 de la exposición titulada “Nuevas iglesias en Alemania". Era una muestra itinerante que se había organizado por primera vez en la Academia de Bellas Artes de Munich en 1960, con motivo del Congreso Eucarístico Inter­nacional, y que luego había recorrido Holanda (1961) e Ir­landa (1962). Presentaba una rica colección de planos y fotografías de los más afamados constructores de iglesias católicas alemanas de la postguerra. Buena parte de estos proyectos estaban recogidos en el libro de Willy Weyrer Neue Kirchen im Erzbistum Köln 1945-1956 que fue ampliamente con­sultado por los promotores de la Sagrada Familia de Riotinto.

Entre las necesidades del programa podríamos destacar las siguientes: la consecución del espacio público como elemento único integrado y directamente conectado con la sacristía; un espacio reservado presidido por el sagrario, apropiado para celebraciones de grupos reducidos, anejo, pero separado del espacio público; la perfecta conexión de los fieles con el celebrante en el espacio público, lo que requiere la visibilidad diáfana y directa del altar; éste, a su vez, ha de centrar la composición espacial suavemente elevado sobre los fieles, debe ser exento para permitir la celebración de cara a los fieles y situado en un presbiterio suficientemente ancho para subvenir a la liturgia de la palabra; un presbiterio que mediante un graderío mínimo per­mita la relación -que no separación- del oficiante y el fiel. Los elementos básicos para la administración de los sacramentos —esencialmente confesionarios y pila bautismal-deberían quedar al fondo del espacio, de modo que no dis­trajeran en ningún momento la atención de los fieles.


Todo este programa debería estar servido por deter­minados efectos plásticos tendentes a conseguir la concentración de los asistentes al acto religioso sobre el altar. Así pues, habría de buscarse una arquitectura conver­gente, iluminada por luz superior cromática y envolvente, recurriendo para ello a la composición de vidrieras.

Análisis del edificio

La idea primaria de la cabecera surgió a partir de la planta de Santa María Reims de Frechen, obra del ingeniero Rudolf Schwarz. Un paso más supuso el estudio de la capilla de Flammersfeld, de Hans Schilling, para llegar a la síntesis del abanico inspirada muy directamente por la pa­rroquial de San Pedro y San Pablo de Disburgh-Huckingen, del ingeniero W. Seidensticker; todas ellas en Colonia. La prin­cipal diferencia de planta de la Sagrada Familia con respecto a todos estos modelos es la disposición lateral de la puerta de entrada, que en aquellos es siempre frontera al altar .


Es muy de destacar en la iglesia que estudiamos la valoración del espacio interno frente al tratamiento ex­terior del conjunto, pues las paredes envolventes son simplemente el caparazón o cierre absolutamente sobrio de un espacio interior que recibe todo el énfasis.
En el resultado final del conjunto quizá lo más llamativo del espacio interior sea la resolución del techo, dispuesto como las varillas de un abanico, a base de elemen­tos aristados que convergen hacia el presbiterio. Estos elementos encubren realmente la estructura de cuchillas de hierro que, de haber quedado vista, revelaría una cierta in­fluencia de la cubierta de San José de Dusseldorf—Rath.


El quebrado perfil del techo se imbrica en la convexa pared del fondo formando siete paños pentagonales cerradas por vidrieras de colores, con abstractas representaciones de los sacramentos. Estos vitrales, aparte de su valor simbólico, responden a una de las intenciones más firmemente mantenidas en el proyecto, la de lograr una iluminación su­perior que proyectase sus rayos de colores sobre las cabezas de los fieles.

La pared que soporta estas vidrieras se compartimenta en espacios verticales rematados por cada una de ellas y separados por pilastras que soportan los cuchillos de la cubierta. Esta solución se refleja al exterior con ingenuo diseño, haciendo cabalgar sobre los pilares una moldura den­tada que pierde todo su dinamismo al quedar embutido en el dominante paramento cilíndrico, y no como en el modelo que inspiró la solución: la parroquial de Santa María Liberatrice de Milán, obra del arquitecto Ezio Ceruti.


Alberto Villar.
Federico Castro.1988
fotos:Alongarvi.2010

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